Tengo que apartarme de las redes sociales más a menudo. Tengo que salir de Internet de vez en cuando. Tocar el césped, abrazar un árbol, plantar un adorable jardín de aromáticas, o aprender a cocinar un guiso.
Tengo que salir de casa, mirar a la gente a los ojos, hablar con personas de carne y hueso, y dejar de scrollear cuesta abajo en TikTok como si al final de todo fuese a encontrar algo.
Absorbo demasiada información. Demasiadas ideas. Escucho demasiadas opiniones al día. Cada vez más rápidas, más breves, más simplistas, más radicales, genéricas y consumibles. Opiniones que ni siquiera son opiniones, sino una suerte de cápsulas de café monodosis.
Argumentos envueltos en tendencias virales polarizantes diseñados para estimular mis sesgos, para hacerme odiar al mundo o para convencerme de que soy especial. Debates que ya no son debates, sino campos estériles donde no brota nada nuevo, y donde cada cual solo quiere llevar la razón y exhibir su moral o su bandera con un tono cada vez más sesgado, más estético, más fundamentalista.
Monodosis recomendadas por un algoritmo entrenado y alimentado en bucle por la peor versión de mí misma, y empaquetadas en cócteles audiovisuales de estímulos continuos para un lapso de atención ridículo frente al que me he dado por vencida.
Veo demasiados vídeos. Escucho demasiados discursos. Consumo demasiada publicidad, demasiados anuncios, demasiada propaganda, demasiado contenido. Veo demasiadas caras, demasiados cuerpos, demasiados productos, demasiadas ficciones, demasiados lugares. Me entrego en ocasiones sin reservas al confort brillante de ciertos relatos culturales superficiales y fantasiosos porque lucen radiantes y soy como un insecto volador pequeño alrededor de una luz que no se va a apagar.
Me siento entumecida y quiero estirarme. Quiero extenderme como un mantel húmedo secándose al sol. Quiero escribir en mis cuadernos y usar reloj de muñeca. Dedicarme a contemplar alguna cosa y leer mis libros sin prisa ni distracciones. Quiero confeccionar un ramo de flores, revisar mi buzón, pedir un milagro, visitar la frutería. Quiero olvidarme de algo y no volver a recordarlo jamás. Quiero hacerme preguntas y no hallar las respuestas. No quiero escuchar a nadie, quiero cerrar los ojos.
No quiero saberlo todo al instante, no quiero contestar a más mensajes de inmediato, no quiero tener una opinión. Quiero concierne a fuego lento y en silencio, ponerme cariño como a las croquetas de la abuela. Dejar tiempos muertos entre unas cosas y las siguientes. Quiero aburrirme. Quiero que mi mente tenga habitaciones propias y lugares íntimos para no pensar para nadie, para no opinar para nadie, para no escribir para nadie.
Tengo que apartarme de las redes sociales más a menudo. Tengo que salir de Internet de vez en cuando.