“Todo final es un comienzo”, de Dolly Alderton (“Good Material” en inglés, que por cierto, y a riesgo de parecer una cultureta y una pretenciosa, es mucho mejor título) es una novela que narra una ruptura de pareja contada desde dentro y desde fuera. Contada desde el que deja, y desde el que es dejado.
Alderton utiliza, para empezar la historia, un punto de vista masculino, lo cual probablemente es un recurso narrativo cualquiera, pero también resulta una forma interesante (al menos para mí) de desplazar la voz y el discurso para mirar con otro enfoque lo que ya creía haber entendido sobre el amor, el desamor y el duelo.
Andy, el protagonista, no es especialmente original ni relevante. Es un hombre de 35 años, cómico y monologuista de profesión, con pensamientos similares a los de cualquiera (lugares comunes por todas partes), y que intenta mantenerse a flote a duras penas. La narración va siguiendo su rutina tras la separación, no tanto por lo que le ocurre (que, en términos de acción, es bastante poco), sino por la manera en que esos pequeños acontecimientos —una cita incómoda, una conversación con su madre, un reencuentro con un amor del pasado, la lectura casual de un mensaje de WhatsApp antiguo— activan capas distintas del proceso de duelo (que como sabemos no es lineal ni limpio).
Todo final es un comienzo.
La estructura de la novela juega con el punto de vista y se permite, hacia el final, introducir la voz de Jen (su exnovia), imagino que con el objetivo de introducir una versión opuesta. No para “darle la razón a alguien”, porque en muy pocas rupturas esto sucede así, sino para poner en evidencia algo mucho más complejo (e interesante, dicho sea de paso): que las relaciones de pareja son complejas, que no se acaban en un solo lugar, que cada integrante sale de ellas como puede, con una narrativa distinta, muchas veces incompatible, y que muchas veces no hay ni buenos ni malos.
Creo que esta novela es interesante por este modo en que las personas rehacen sus vidas sin demasiadas certezas, sin respuestas demasiado satisfactorias, sin saber muy bien qué ocurrirá después, con dudas y complejos, como en la vida real. Esto puede ser muy aburrido para algunos lectores que buscan algo más fabuloso, o un final cerrado y feliz, pero bueno. A mí me gustó.
Una novela en plan revista Cosmopolitan.
El estilo de Alderton es de urbanita glamurosa. Es el libro que escribiría una columnista de revista cultural británica de esas que trabajan 27 horas al día y son adictas al café.
Es una novela muy Gossip Girl, muy revista Cosmopolitan, muy Sexo en Nueva York. Me explico, ¿no? La autora tiene ese estilo agudo, lúcido, periodístico y contemporáneo, moderno, que habla de lo que está sucediendo con cierta urgencia y afán por el chismorroteo. También se permite cierta ironía, pero evitando el dramatismo y el excesivo sarcasmo. Eso mola, porque los diálogos son realistas, la narrativa es poco afectada, y te lees el libro como quien se sienta a ver una sitcom.
La novela es entretenida y plantea cuestiones universales sobre las relaciones (tampoco voy a decir que invita a hacer alguna reflexión profunda, porque no es cierto, pero no todos los libros tienen por qué provocar nada de esto). Alderton consigue representar muy bien esa extraña sensación de estar a la vez dentro y fuera de una historia: de seguir hablando de alguien cuando ya no puedes hablar con él o con ella; de seguir interpretando gestos pasados con una lógica nueva, sin saber si eso cambia lo que ocurrió o sólo lo que uno decide recordar. Y en ese ejercicio —que es muy íntimo e insultantemente común— reside una parte importante de lo que significa crecer, madurar, y que no tiene tanto que ver con cerrar capítulos como con aprender a dejar algunos sin conclusión.
Bueno.
Pues eso. Un libro que está bastante bien. ¡Tú sabrás!
Saludos.