El público de Tristes en la Ciudad siempre ha sido mayoritariamente masculino. No sabemos por qué, pero nuestro podcast siempre ha interesado más a los hombres que a las mujeres desde el principio. Y aunque siempre hemos tenido una audiencia muy modesta, esto es algo que hemos tenido en cuenta y sobre lo que hemos bromeado a menudo.
Allá por 2020, en nuestros primeros episodios, ya rezábamos que “a estos hombres no los queremos aquí”, aunque “not all men”, y que “tristes es el programa que escuchas para hacerte el aliado”, precisamente empezando a crear esta narrativa y esta parodia que venimos arrastrando desde entonces y de la que estos chicos tristes también participaban.
Creo que por eso me da tanta pena (tristeza en la ciudad, o sea que va con el lore) que haya pasado lo que ha pasado con nuestra última publicación, por la que se nos ha llamado “misándricas” y se nos ha acusado de estar abanderando “un discurso de odio contra los hombres”. Porque nuestro podcast siempre ha sido un espacio seguro para bromear sobre cualquier cosa y en cualquier dirección (hemos bromeado sobre hombres, claro que sí, pero también hemos bromeado sobre los puntos violeta, sobre las cuotas de diversidad, sobre el girlboss, sobre el esoterismo entre las mujeres, e incluso sobre nuestra propia necesidad de validación masculina).
Precisamente creo que una de las cosas que caracterizan a Tristes en la Ciudad es que es un programa que pretende quitarle hierro a todo, frivolizar sobre cualquier tema, explorar las luces y las sombras de todas las cosas (“las flores y los cuchillos”, que es nuestro nombre frustrado), y no hablar demasiado en serio sobre nada, porque nada es tan importante. No tenemos ningún tema intocable.
Y de todos modos, aunque éste sea el caso, creo importante aclarar que ni siquiera es cierto que un cómico esté moralmente obligado a bromear sobre absolutamente todo y en absolutamente todas las direcciones para que sea “digno de no ser cancelado / castigado”. Cada cómico es libre de no hacer los chistes que no quiere, y cada usuario es libre de no consumir los que no le gustan.
En éste último episodio, sobre la crisis de los 30, participaron algunos amigos —también hombres— y es frustrante que se haya secundado tanto la narrativa de que somos “unas feminazis riéndose de los tíos”, porque esto es simplemente un hombre de paja. Un enemigo invisible. Estamos incorporando sus experiencias a nuestros textos, y riéndonos de las mismas igual que lo hacemos con las nuestras (que al final es de lo que hablamos la mayor parte del tiempo, porque somos egocéntricas), entre otras cosas porque, precisamente, sabemos que ellos nos estarán escuchando.
Por supuesto que nuestro entretenimiento está en ocasiones basado en estereotipos, reducciones al absurdo, y tendencias culturales genéricas, pero esto no es nada nuevo. Esta es una de las maneras más comunes de hacer comedia (aunque tampoco me voy a meter en esta ciencia, que Carla es la que sabe), y me atrevería a decir que, en este caso, ni siquiera podría llegar a considerarse humor negro.
Me llama poderosamente la atención la parte en la que nos dicen que somos “feministas”, porque el feminismo no tiene nada que ver con Tristes en la Ciudad. Se estuvo dando a entender en los comentarios, una y otra vez, que nuestro podcast es “femenino”, activista, ideológico, etc.
Nos han dicho incluso que somos “del PSOE”, que esto es lo que más me ha dolido, personalmente. Estuve llorando un poco.
En Tristes en la Ciudad no hacemos divulgación sobre feminismo ni activismo feminista. Quizá lo habremos mencionado superficialmente en alguna ocasión por su innegable relevancia en la cultura popular y en la actualidad, pero nunca lo hemos abanderado en este podcast. Tampoco es verdad que hagamos “comedia femenina” o “comedia para mujeres”. Primero porque lo de “comedia femenina” es un invento (es comedia asecas), y segundo porque, de nuevo, las estadísticas nos dicen que no es verdad que nuestro humor sea “para las tías”. Son ellos los que nos escuchan.
Si todos estamos de acuerdo que no hay nada de malo en hacer un chiste sobre que las mujeres no saben conducir, entonces también debemos estar de acuerdo en que no hay nada de malo en hacer un chiste sobre cómo los hombres empiezan a hacer pádel conforme se acercan a los 30. Nadie dice que ninguna de estas cosas sea cierta. Ni siquiera negativa (no saber conducir y jugar al pádel son dos cosas perfectamente dignas).
Entiendo que a alguien le pueda molestar que muchos se ofendan por el primer chiste cuando toca a las mujeres (tal vez por estar en contra de algunos discursos del mainstream en los que se castiga demasiado la incorrección política en ficción), pero no creo que la solución para esto sea castigar a quien hace el segundo. Incluso en el caso de que exista una doble vara de medir, cosa que ni siquiera hemos entrado a discutir (ni lo vamos a hacer, porque repito, nosotras no somos activistas, ni nos abanderamos de ningún ideario en este podcast), eso tampoco es cosa nuestra.
Incluso si es verdad que existe una doble moral, ésta no es nuestra responsabilidad. (Y por otra parte, me parece muy atrevido asegurar que «si una mujer hace un chiste sobre hombres, no pasa nada», cuando claramente que sí que ha pasado algo.)
Si un cómico es cancelado en Internet por hacer un chiste sobre mujeres, no será porque nosotras hayamos salido a venderle por eso. Nunca nos mojamos en nada, pero las pocas veces que Carla y yo nos hemos posicionado, siempre ha sido para defender justo lo contrario: la libertad de expresión de los cómicos, como por ejemplo en el caso de David Suárez (por el chiste sobre la chica Síndrome de Down) o en el de Chris Rock (por el chiste sobre Jada Smith), frente a la cancelación.
Incluso cuando se trata de chistes incómodos, políticamente incorrectos, o de mal gusto, Carla y yo nunca nos hemos puesto del lado del linchamiento público ni de la querella contra ficciones y productos culturales. Porque lo único que se consigue con eso es que muchas personas se censuren, dejen de contarlos, y se corten a la hora de subir contenido libremente para no recibir apelaciones e insultos en Internet (y estos insultos no son, como muchos dicen, otra forma de humor —sino de castigo: por su finalidad, por su estructura y por su contexto). Y eso es justo lo que se supone que estos chicos juraban querer evitar en los comentarios.
Por supuesto este chiste que escribió Carla ha sido la puerta de entrada para una hilera de comentarios muy estúpidos (me he cansado de buscar palabras biensonantes: la verdad es que me parecen estúpidos y ya está) en los cuales se mencionó la red social Only Fans hasta en un alarmante número de ocasiones. No sé qué tiene que ver Only Fans con nada de lo que dijimos ni de lo que nunca hemos dicho, pero bueno, ahí estuvo eso. Por lo que sea.
Como estamos acostumbradas a tener visualizaciones y visitas muy modestas, como dije antes, todas estas cosas me pillan por sorpresa. Me imagino que Carla, y otros artistas que más a menudo causan polémica, están más hechos a la narrativa que se crea en la reacción a este tipo de chistes. Aunque repito que el que hizo mi amiga en esta ocasión me parece que ni siquiera es un chiste negro.
Nosotras queremos seguir riéndonos con todos y de todo, como siempre, y lo seguiremos haciendo independientemente de lo que ha pasado. Porque no debemos dejar que este pequeño “castigo” funcione, y eso es de las pocas cosas de las que estamos seguras.
Para terminar, te dejo un chiste sobre hombres de mi propia cosecha: “El tiempo es un hombre, porque pasa.”
Así que ya sabes. Compórtate como un verdadero hombre: pasa.
¡Chao!