Glamour y «sprezzatura»: el arte de disimular con gracia
16 de junio de 2022
El glamour es el arte de ocultar Sara Abuín

Ah, el glamour.

Fiestas elegantes, lentejuelas, cejas de diseño, desayunos en París… nunca sabes dónde te lo vas a encontrar. Pero en cuanto lo encuentras, desaparece.

Y es que las fiestas elegantes están llenas de personas que dicen palabrotas, las blusas de lentejuelas hacen daño en los brazos, las cejas de diseño siempre vuelven a crecer, los desayunos dejan migas, y París está lleno de franceses. ¡Puaj!

Parece que el glamour es tan sólo un animal fantástico, como el unicornio. Una ilusión inalcanzable y brillante en la que no hay cabida para los cestos de la ropa sucia, las imperfecciones de la piel, las discusiones de pareja, ni los zapatos planos.

¡Te lo explico!

¿De dónde viene el término «glamour«?

Etimológicamente, «glamour» viene de la palabra «grammar«, que se utilizaba para referirse a los sabios practicantes del ocultismo y las artes mágicas.

Y es que, si lo piensas, el glamour no es más que el arte de ocultar con gracia las partes oscuras, feas y miserables de todas las cosas. El glamour es una forma de falsificación que está meticulosamente ideada, y el resultado de un tedioso proceso de producción. Es el arte de disimular con gracia.

El glamour es como un truco de magia ensayado durante meses, está ideado desde el principio, producido, escrito, recreado… pero parece real. Parece hecho sin esfuerzo, porque el esfuerzo que hay detrás se ha ocultado a propósito.

Trascendente y a la vez superficial

El glamour es trascendente porque va mucho más allá de todo aquello que podemos experimentar. Porque es más interesante, más conceptual, más abstracto, más elevado que todo lo que nos sucede cada día. ¡Qué ordinario parece todo lo demás en comparación!

Aquello que es glamuroso y mágico nos inspira para ideas más grandes, para creaciones más hermosas, para romances más intensos. Y sin embargo, paradójica y necesariamente, el glamour es superficial. Porque está en la superficie, en la imagen, en la evocación, en la mera apariencia, y evita a toda costa los detalles. Es el precio a pagar para el misterio.

Hablar sobre el glamour es como hablar sobre la nada: un concepto profundo, pero también vacío, sobre el que dar infinitas vueltas sin hallar respuesta.

¿Cómo son las personas glamurosas?

Las personas glamurosas son elegantes y misteriosas. Tienen buenos modales, son sociables y carismáticas, pero nunca hablan de más. Siempre tienen las palabras acertadas, no cuentan demasiado sobre sí mismas, y a veces beben vino con la cena. Son delgadas y esbeltas, son cultas y educadas, parecen seguras de sí mismas, y aunque son lo suficientemente peculiares como para llamar la atención, nunca parecen estar fuera de lugar.

Van a fiestas elegantes en las que conocen a personas importantes, tienen un outfit perfecto para cada ocasión, se mueven con gracia, saben estar. Tienen los dientes perfectamente colocados, pero nunca llevaron aparato.

Lo peor de las personas glamurosas es que también convierten en oro sus miserias y sus defectos. Como Holly Golightly siendo brutalmente desordenada, o Carrie Bradshaw fumando como un carretero. Cuando eres verdaderamente glamurosa, todas esas imperfecciones parecen estar colocadas a propósito.

Tienen un encanto natural difícil de explicar. Parece que no sudan, que no estornudan. Siempre tienen el pelo bien colocado, incluso aunque sople el viento. Están siempre radiantes y espléndidas, incluso cuando hacen deporte. Claramente se mantienen hidratadas, y no pagan facturas de luz.

Vaya, que las personas glamurosas sólo existen en la ficción y siempre están guionizadas. Si alguno de nosotros ha sido glamuroso alguna vez, seguramente habrá dejado de serlo ese mismo día a las 23:00h cuando se puso el pijama.

La «sprezzatura«

Pero si hay algo en lo que coinciden todas las personas glamurosas es en que parece que todo lo hacen sin esfuerzo. Parece que todo les sale fácil, natural, y orgánico.

A esta desenvoltura y seguridad que algunas personas tienen para disimular sus sombras con estudiado ejercicio y gracia también se le llama «sprezzatura«: una palabra italiana acuñada en el siglo XV cuyo concepto fue desarrollado por Baldassare Castiglione en «El Cortesano». Según decía, todo príncipe o cortesano debía ocuparse en no mostrar ningún tipo de afectación para ser considerado elegante, glamuroso, y en definitiva: sprezzante.

La sprezzatura conlleva necesariamente cierta distancia. Porque cuanto más cerca esté una persona, más posibilidades hay de que descubra el truco detrás de tu magia. Así que, si quieres parecer glamuroso, recuerda no dejar que nadie se te acerque demasiado. Alguien con ese encanto tan especial ha de resultar inalcanzable y místico. Nunca te laves los dientes delante de nadie. Tampoco les llores ni les susurres al oído. ¡Hombre!

El glamour es un secreto que jamás confesarás, y por lo visto, eso nos resulta encantador. Por eso nos enamoramos de poetas, caballeros misteriosos, personas inalcanzables, etc.

Basta ya de desayunar con diamantes

¡Que no! Que el desayuno no es glamuroso, te pongas como te pongas. Ni siquiera los cruasanes. De hecho los cruasanes lo que menos. Que desayunar en la cama es una mierda, que los vestidos de satén se arrugan y me sientan fatal. ¡Algunas incluso viajamos en autobús urbano! Llevo los mismos vaqueros desde hace tres días, por el amor de Dios, ¡Carrie!

Necesito ayuda porque sólo me parece romántico lo que es esencialmente quebradizo, pero visualmente evocador. Si continúo así, voy a volverme loca. Dime si te pasa. Gracias.

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"Las historias no son verdades, pero son realidades. Las historias son útiles. La gente que no tiene historias no vive bien en el mundo. Y las historias son como el agua: cambian su forma, pero siempre encuentran la manera de fluir hacia adelante. Cuando las compartimos, también aprendemos a ser humanos unos con otros."

- Ursula K. Le Guin

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@sarabuin_

Soy fan de Taylor Swift, escribo un blog, y tengo un podcast (todas las pistas apuntan a lo mismo: soy millennial)

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