En la entrañable -y por otra parte interminable- narrativa de Las Chicas Gilmore, Rory Gilmore se nos presenta como una joven brillante. Es estudiosa, culta, responsable y organizada. Su pasión por la lectura (que a menudo considero insoportable), su insaciable sed de conocimiento y su carácter recto la convierten en la hija perfecta, la alumna perfecta, y en general, en la adolescente perfecta. Sin embargo, a medida que la serie avanza, su figura empieza a ser objeto de duras críticas. De ser adorada, pasa a ser vilipendiada por ser inmadura y egoísta, y acusada de haber perdido su rumbo moral.
En este manifiesto, propongo una defensa de Rory Gilmore como una representación honesta y auténtica de lo que significa crecer (al menos en Stars Hollow, y bajo el abrigo de Lorelai).
El imperativo de equivocarse en la juventud.
Ser joven implica, y me atrevo a decir que casi por definición, estar condenado a cometer errores garrafales.
La juventud es un terreno fértil para la experimentación, y un espacio en el que las decisiones, aunque a veces –MUY– desafortunadas, son inevitables y odiosamente necesarias. Rory Gilmore no es más que el reflejo de cualquier joven que enfrenta las complejidades de la vida adulta, y por lo tanto, no está exenta de acceder a este tipo de tropiezos. De hecho, son precisamente esos momentos de inmadurez y equivocación los que van delineando su proceso de crecimiento.
La crítica hacia Rory suele centrarse en su supuesta desviación del camino «correcto», pero ¿cuál es ese camino? Y además, ¿quién de nosotros, en nuestra juventud, no se ha apartado de algún rumbo que se le presentó como preestablecido?
La idea de que el crecimiento debe ser lineal y predestinado, sin desviaciones ni errores, es una ilusión moral muy peligrosa. No sólo para un joven, sino para cualquiera que todavía considere la idea de vivir.
Rory Gilmore nos recuerda que el crecimiento real implica tomar caminos sinuosos, equivocarnos frecuentemente, enfrentar las consecuencias de nuestras acciones con el tiempo y, lo más importante, aprender.
Una hija única de familia adinerada.
¿Rory Gilmore es una adolescente mimada que se comporta a veces de forma egocéntrica? Pues… claro que sí.
Creció como hija única, en un hogar donde el amor y la protección de Lorelai la resguardaron del mundo real. En su intento de darle a Rory una vida distinta a la que ella misma tuvo, su madre creó un entorno donde su hija no solamente tuvo acceso a oportunidades excepcionales, sino también a un nivel de atención y cuidado que pudo haber contribuido a su desarrollo.
Rory no tuvo que compartir el baño hasta la universidad, y por su buen rendimiento académico, recibió constantes halagos y recompensas de los adultos durante toda su época en el instituto.
Este aspecto, unido a la poca preocupación por el dinero de su familia -que siempre tiene el sustento de sus adinerados abuelos- es crucial para entender a Rory. No es justo exigirle que posea desde el principio una madurez y sabiduría que solo el tiempo y la experiencia pueden brindar. Una madurez que, por otra parte, ni su madre ni su abuela poseen. ¡Lorelai todavía estaba a principios de su veintena cuando la estaba criando!
Rory Gilmore no tiene la culpa de que una Lorelai inmadura y rebelde la haya tenido que criar ni de haber pasado su adolescencia entre ciertas comodidades. Su inmadurez y sus decisiones tienen sentido, y sólo gracias a los errores en el proceso Rory puede llegar a ser la mujer madura y sabia que sus duros críticos quieren ver.
En este sentido, la serie no solo es realista sino también me resulta profundamente empática hacia la experiencia juvenil – y humana.
La necesidad de rebeldía y otros problemas.
Uno de los aspectos más criticados de Rory es su tendencia a tomar decisiones que parecen ir en contra de las expectativas que el mundo tenía para ella. Sin embargo, esta rebeldía no debería ser vista como un defecto, sino como un componente esencial del crecimiento personal. La juventud es un momento para desafiar las normas, para explorar los límites de nuestra identidad, y para cuestionar las expectativas impuestas por los demás.
Si no se permite a los jóvenes rebelarse, si se les priva de la oportunidad de cometer errores y aprender de ellos, corremos el riesgo de crear una sociedad de adultos conformistas y temerosos del fracaso. Rory, en su búsqueda de independencia y en sus decisiones a veces controversiales, encarna este impulso natural hacia la rebelión. Y es precisamente esta rebeldía la que le permite, eventualmente, encontrar su propio camino, uno que no está dictado por las expectativas de su entorno, sino por su propia comprensión de quién es y quién quiere ser.
Haz clic aquí para leer mi entrada: «Nostalgia de la adolescencia – Libertad y Rebeldía»
En defensa de Rory Gilmore y del joven egocéntrico.
Rory no es un personaje idealizado; es una joven que, como todos nosotros – y como dijo Taylor Swift -, está tratando de encontrar su lugar en este mundo. Sus errores no la convierten en una mala persona, sino en una persona real, compleja y, en muchos sentidos, admirable.
Así que, en lugar de condenarla, deberíamos aprender a ver un reflejo de nuestra propia juventud en ella. ¡Y de nuestro propios errores, que seguro que hoy en día seguimos cometiendo! Celebremos a Rory Gilmore como un ejemplo realista. Pocos personajes de ficción protagonistas, en mi opinión, tienen un arco de desarrollo tan interesante y honesto.
La vida no se trata de ser perfecto. La vida se trata de vivir.