Me planto frente al televisor minutos antes de que arranque el España – Inglaterra, y la primera imagen que veo cuando entro al directo es la de unos adolescentes arrodillados sobre sus respectivas banderas nacionales. Como a punto de pedirle matrimonio a alguien colectivamente mientras suena Bruno Mars, no sé. Efectivamente, no tengo ni idea de fútbol. Estás a punto de leer un resumen del partido escrito por alguien que no sabe de qué está hablando.
Lo siento muchísimo de antemano.
Suena el primer himno y los ingleses empiezan a cantar. Que no te lo pierdas, ahora cantan “God save the King”, en lugar de “God save the Queen”.
Claro, tiene muchísimo sentido.
Y hablando de realeza. Han enfocado al palco y resulta que el rey sólo se ha traído a Sofía. Leonor estaba ocupada con los deberes de la academia. Es una pena porque a ella le encanta el fútbol, que lo leí el otro día en la revista Lecturas.
Que no falte un buen anuncio de AliExpress completamente gamificado de la mano de David Beckham, que mucho criticar a la Vicky pero él está hecho de la misma pasta.
Un par de comentarios sobre cómo va vestido “el míster” (que hacen que esto parezca la Met Gala de los heterosexuales) y empezamos.
Asalto al campo
El partido empieza con puntualidad británica y aprovecho para abrirme una cerveza con granujería española. El público contiene la respiración y se afila las uñas mientras me como mis papas fritas.
Perdona. No sabía que teníamos de portero a Travis Kelce.
Los comentaristas del partido utilizan expresiones como “despeje”, “rechace” y “corte”. Yo no tengo ni idea de esto, así que todas esas cosas me suenan como a jugadas de ajedrez: “¡Pero qué sensacional ha estado Cucurella en esta clavada al descubierto! ¡Vaya intercepción de líneas!”
Y hablando de Cucurella, me imagino que todavía le pitan los oídos de los abucheos del pasado martes. Todo por una manaza que, admitámoslo, fue un poco brusca. Los alemanes han abierto hasta una recogida de firmas en change.org.
Pero me cago en mi vida, ¿esta gente no ha tenido nunca un mal día en el trabajo? ¿Es que acaso tú lo haces todo bien, FELKRUNGENDEN? ¿No te has dado cuenta de que tu apellido no se puede pronunciar porque te llamas como un principio activo?
Cucurella.
En fin. En lo que vuelvo al momento presente, Nico Williams ha estado cerca de marcar un gol. ¡Que no se puede dejar de prestar atención ni un momento ya!
¿Te presentas a las elecciones? Porque eres un partidazo.
A mí alrededor se empiezan a hacer comentarios sobre los jugadores. “Éste juega bien, éste juega mal.”
Yo no puedo participar porque lo más cerca que he estado de jugar al fútbol fue una vez que le di una patada a una piedra junto al paseo marítimo. Fue un alarde de espontaneidad impropio de mí, para qué engañarte.
Pero oye, independientemente de mi ignorancia futbolística, el gesto de lloricas que acaba de hacer Carvajal lo he entendido perfectamente.
SSL: Spanish Sign Language.
Le sacan una tarjeta amarilla a Dani Olmo (que no sé qué significa eso, pero no es nada bueno) y el tío se acerca al árbitro para quejarse. Pero ¿alguna vez quejarse ha funcionado? Y no es una pregunta retórica, es una pregunta real: ¿alguna vez ha funcionado?
También tengo otra: ¿por qué Cucurella y Nico Williams se van cambiando de sitio en plan tú a Londres y yo a California? ¿Tú lo sabes?
Yo no he entendido nada. Vicenta, ¿tú has entendido algo?
El primer gol de España llega justo al volver del descanso.
Escuchamos un grito fuera y abrimos la ventana. La euforia se ha desatado en las calles. Los coches tocan la bocina, los vecinos gritan, y un par de matrimonios en el edificio de enfrente han sacado la bandera de España que llevaban guardando desde la última vez que salieron a manifestarse para echar a Pedro Sánchez.
“Y nada, oye, que el muy perro no se va”, se lamentaban entonces. “Ya sólo usamos la bandera pal’ fútbol”.
Permanezco en mi rincón del sofá, frente al ordenador portátil, pensando en el asombroso desfile de memes que probablemente me estoy perdiendo en Twitter. Me niego a llamarle X, Elon. Céntrate con el naming, genio.
Oye, este partido es larguísimo ya eh.
“No hay que confiarse”, escucho a mi alrededor. Parece ser que todo el mundo se ha convertido de pronto en el mayor estratega del panorama deportivo.
¿Podría decirse que Lamine Yamal sirve coño?
Me levanto para ir al baño, y al volver, me comentan que me he perdido un par de “jugadas magistrales” (palabras textuales, porque está visto que el fútbol tiene un efecto boost en el léxico medio). Bueno. No creo que fuera para tanto.
La gente se deshace en elogios para Lamine Yamal.
La cosa es que Lamine Yamal tiene 17 años recién cumplidos. Eso quiere decir que, para él, las últimas victorias de la Selección Española en la Eurocopa no son más que un recuerdo borroso de su dulce época en pañales. Entiendo que por eso es tan sorpresivo que sea tan talentoso y todo eso.
Yo lo único que puedo pensar es que el chaval debe de oler a chotuno que tira pa’ atrás. Que menos mal que no se transmiten los olores por la televisión, porque entre el sudor y la edad del pavo, estaríamos desmayados ahora mismo.
Pero, cambiando de tema, ¿por qué todos los jugadores llevan el pelo cortao’ como de tazón? En plan, ¿sacaron la escuadra para esas hairlines o qué está pasando?
Vuelta a empezar.
Los ingleses empiezan a apretar y, según el comentarista, “nos pillan descolocados” (¿tú crees?). Entra un gol de Inglaterra de la mano de Palmer, que no sé quién es pero literalmente acaba de saltar al campo.
Cheghar e encher, que decimos aquí.
Toda España ahora mismo.
OJO chicas, que hay uno que se llama Declan Rice. O sea, que se apellida “arroz”. Si al final pierde Inglaterra, el tío se ha ganado los chistes de paella a pulso.
Yo no hago nada, se humillan ellos mismos.
Después del batacazo del gol inglés, por supuesto, no puede faltar el momento filosófico de todo comentarista de fútbol, que suelta una profunda reflexión de cosecha propia: «bueno, esto es fútbol”.
Grandeeee Sócrates.
Anti-gol y tostadas
Hasta yo misma me he sentado al borde del asiento en un par de jugadas, tengo que reconocerlo. No sé, me he puesto nerviosa ya. Siento un calor inexplicable en las mejillas. Una emoción recorriendo mi cuerpo.
Ah, coño. Es la cerveza.
Vaia.
El segundo gol de España llega alrededor del minuto 87 por cortesía de Oyarzabal, que es una persona que tiene nombre como de queso. “Me voy a comer unas tostadas de Oyarzabal y tomate”.
Pero bueno, que genial. La verdad es que ya me estaba empezando a aburrir.
A mí alrededor se celebra el segundo gol un poco como si ya hubiéramos ganado. Los más atrevidos se levantan de sus sillones. Los más prudentes alertan de que Inglaterra todavía podría empatar. Muchos nervios generalizados.
Es gracioso porque estuvo a punto de marcar Inglaterra, pero Olmo lo evitó con un cabezazo que a mí me habría dejado inconsciente. Y eso ¿no es como un anti-gol? ¿Un menos-gol? En plan. Que les resten el que metieron.
Estamos a breves segundos de que el árbitro pite el final y el “Arroz” está to rayao.
Tío, Declan, no te rayes.
España gana la final de la Eurocopa 2024. A dormir que esta gente querrá irse.
Bueno, pues ya estaría.
Te dejo con la siguiente reflexión: Luis de la Fuente ¿no es un poco Robert De Niro calvo?
Nada más, saludos.
Si quieres leer más cosas DE HOMBRES HETERO, por aquí te dejo mis entradas de blog con más testosterona:
- Comentando La velada del año II
- Comentando sobre Llados
Espero que te haya gustado. Y si no…
“Si valoran mi trabajo, encantado,
y si no, no pasa nada.”
– Andrés Iniesta