El que damos en llamar “el menos común de todos los sentidos” nos podría sugerir que las personas más inteligentes son las que más herramientas deberían tener para evitar errores de la mente. Sin embargo, varios estudios demuestran que al contrario, y paradójicamente, un mayor cociente intelectual va ligado a una mayor probabilidad de caer víctima de sesgos cognitivos. De alguna manera, parece que las mentes brillantes tienen más recursos (y más complejos) que las mentes mediocres para reforzar sus creencias pre-confirmadas.
La genialidad de una visión pseudo-racional
El sesgo de confirmación es uno de los errores cognitivos más comunes. Se refiere a la tendencia de las personas a buscar, interpretar y recordar la información de manera que confirme sus creencias preexistentes. Y aunque todos somos susceptibles a este sesgo, las personas con un CI elevado pueden ser particularmente vulnerables.
Un estudio realizado por David Perkins, psicólogo social y profesor emérito de la Universidad de Harvard, viene a proponer que las personas más inteligentes no sólo son mejores para encontrar argumentos que respalden sus creencias, sino que también son más hábiles para buscar otros que desacrediten o desconceptualicen la información que les contradice.
Esta habilidad está, además, amparada bajo un mecanismo que recibe el nombre de racionalización, o en este caso racionalización sofisticada: un fenómeno paradójico al tiempo que problemático. La racionalización permite, en este caso a las personas inteligentes, no sólo engañarse a sí mismas con facilidad, sino también persuadir a los demás para que acepten sus racionalizaciones a través de elaborados argumentos pseudo-lógicos que consideran verdaderos.
La disonancia cognitiva también tiene un papel fundamental en estos casos. El malestar que les genera su pensamiento inconsciente se pretende acallar explicando sus decisiones, acciones y sentimientos de forma supuestamente lógica – buscando argumentos aparentemente racionales que, precisamente por ser personas inteligentes, les harán sentir más tranquilos.
Otro estudio de Keith Stanovich investiga las diferencias entre inteligencia y racionalidad (y cómo se relacionan), llegando a la conclusión de que no sólo no están necesariamente ligadas, sino que por ejemplo, en el caso de la falacia de la conjunción, las conclusiones irracionales son más prevalentes entre las personas con alto CI.
Pero, si tan inteligentes son… ¿por qué les pasa esto?
Ilusión de control y puntos ciegos.
Una persona inteligente es consciente de que los sesgos cognitivos existen y de que los tiene. Pero precisamente por ser plenamente consciente de ellos, considera que está “por encima” de éstos. Por esta falsa ilusión de control, que le lleva a considerar que tiene la suficiente capacidad lógica como para obtener visiones alejadas de sesgos que otros son incapaces de alcanzar (éste es ya un sesgo en sí mismo), se confía en exceso y cae víctima de los mismos.
En «Cognitive Sophistication Does Not Attenuate the Bias Blind Spot» (Stanovich, West, & Toplak, 2013), se revela que las personas más inteligentes no tienen más capacidad que las menos inteligentes para reconocer sus propios sesgos, un fenómeno conocido como «Bias Blind Spot».
Además, valoran mucho el pensamiento crítico. Y por lo tanto, no quieren considerarse a sí mismos como personas fácilmente engañables o con falta de criterio. Al ser presentados con un argumento que les contradice, acuden a su lista de argumentos pre-establecidos para eliminarlo rápidamente – cayendo en el error de no aceptarlo primero para explorarlo cognitivamente lejos de su neblina mental. Por ello, tener un sesgo de confirmación profundamente cegador para con las creencias a menudo se confunde sencillamente con “estar siendo una persona crítica”.
Reconociendo patrones para crear el prejuicio perfecto
Por otra parte, las personas con cocientes intelectuales más altos también tienen tendencia a buscar patrones y a clasificar información rápidamente. Esta habilidad para identificar conexiones es lo que les hace geniales, y es muy útil en muchos contextos, pero al mismo tiempo, es la misma habilidad que les lleva a caer de lleno en los prejuicios.
Estos patrones mentales pueden fomentar juicios apresurados y simplistas sobre personas o situaciones. Y de este modo, la capacidad para reconocer patrones termina contribuyendo a que esta rigidez «racionalizada» sea todavía más patente. Los individuos más inteligentes pueden ser rígidos en la creencia de un prejuicio debido a su capacidad para detectar y reforzar patrones.
Cabe aclarar que las investigaciones no concluyen que las personas inteligentes sean más proclives al prejuicio que las personas menos inteligentes, sino que la inteligencia no les salva de éste. De hecho, la inteligencia les sirve como vehículo para caer exactamente en la misma trampa en la que otros podrían caer por falta de inteligencia.
abandonando la jaula del sesgo
Parece que la inteligencia, lejos de ser una defensa infalible contra los errores cognitivos, puede convertirse en una trampa sofisticada para la víctima perfecta. Las personas con un alto cociente intelectual no sólo no están exentas de caer en prejuicios, sesgos o autoengaños; sino que de hecho, poseen capacidades mentales que les permiten construir edificios de justificaciones complejas y racionalizaciones convincentes que anclan sus creencias, si cabe, con todavía más fuerza.
La verdadera sabiduría, pienso entonces, no reside únicamente en la capacidad y la rapidez intelectual para el análisis, la conexión o la evaluación, sino también en la apertura para el reconocimiento de la naturaleza humana en uno mismo (que según Daniel Kahneman y Amos Tversky, tiende a la irracionalidad), la exploración inocente y des-controlada del nuevo campo, y la capacidad para formular y aceptar cuestiones que tambaleen nuestros cimientos.