Taparme con una manta de cuadros, prepararme una bebida caliente, y darle al play a cualquier película navideña que me haya recomendado el algoritmo de Netflix, es uno de mis planes favoritos durante esta época del año. El argumento de éstas pelis siempre es el mismo. La chica de la ciudad deja su exigente trabajo, por algún motivo, y vuelve al pueblo por Navidad. Allí conoce a un apuesto caballero, mucho menos workaholic y mucho más dado a la vida sencilla en comunidad, que se enamora de ella a primera vista. El romance hace que ella se replantee sus decisiones vitales con respecto al trabajo (ya hablé sobre apuestos caballeros en mi anterior publicación: «me gusta un caballero que sea interesante») y que su vida se ponga «patas arriba». Ugh.
Son ese tipo de películas que uno sabe cómo terminan, sencillamente. Es fácil reconocer las fórmulas facilonas, los giros predecibles, y los personajes arquetípicos que parecen salidos de un manual de instrucciones. Pero, ¿qué hay de malo en esto, exactamente? ¿Qué pasa si alguna vez te has encontrado a ti misma disfrutando de una película plagada de tópicos que te hacen sentir como si la vida te estuviera abrazando? «Los Festivos Caballeros» puede ser lo que necesitas en algunos momentos. Y eso está bien. Creo.
Un vistazo Los Festivos Caballeros
La premisa no podría ser más típica: una joven bailarina de Nueva York, más urbanita que una línea de metro, pierde su trabajo y regresa a su pequeño pueblo natal. Allí, el destino la cruza con un apuesto manitas (que por cierto es Lucas Scott, madre mía) que está ayudando a sus padres a renovar su bar, La Sala de Ritmo. Como en cualquier buena historia navideña, el bar está al borde de la ruina (¡Oh, vaya!) y la solución pasa por unir esfuerzos (¡Qué casualidad! ¡Tenemos una hija bailarina que se ha quedado sin trabajo, y nosotros una Sala del Ritmo!).
Lo que viene después es exactamente, literalmente, y evidentemente, lo que cualquiera esperaría. Bingo. Los dos protagonistas coquetean de forma incómoda pero adorable (ella se mancha la cara de chocolate y él se ríe de ella), la villana de intensidad asombrosamente baja trata de poner las cosas ligeramente difíciles y, después de una discusión entre ellos (porque «ella no es la persona que él creía que era»), una serie de actuaciones musicales bastante patéticas salvan al bar de la ruina y unen a todo el vecindario.
Una americanada de tomo y lomo, vaya.
¿Por qué funcionan estas películas?
Vale. Esta claro que estas películas no son innovadoras. Los personajes son arquetipos manidos, la trama abusa de clichés, y no hay ninguna sorpresa. Pero, ¿por qué todas las películas habrían de ser innovadoras y sorprendentes? ¿No hay acaso algo tremendamente satisfactorio en saber lo que va a pasar y disfrutarlo de todas formas?
Estas películas funcionan precisamente por eso. Juegan con la nostalgia, son emocionalmente muy reconfortantes, y lo más importante: no son pretenciosas. No son películas que traten de ser lo que no son. No tratan de ser innovadoras ni presumen de romper moldes. Su objetivo es entretener y mantener calentitos los corazones en Navidad, y eso es bastante.
Creo que a veces nos olvidamos que el cine también puede ser un refugio. Que está bien disfrutar de algo sencillo, incluso predecible, si cumple su propósito de hacernos sentir confort. No todas las películas tienen que aspirar a ser obras maestras o piezas culturales nunca antes vistas. Algunas existen simplemente para hacerte sentir bien. Lo mismo con los libros, las series, la música.
Cuando vi Los Festivos Caballeros, me encontré pegada a la pantalla, siendo víctima de varios ataques de risa, y disfrutando como una niña pequeña de cada tópico estúpido. Lo disfruté aún más porque era consciente de ello: sabía exactamente qué emociones estaba viviendo y por qué.
¿Por qué amar el cliché?
Un estudio realizado por la Universidad de California dice que las personas tienden a disfrutar más de las historias cuando pueden predecir el final. Esto se debe a que nuestra mente encuentra placer en la coherencia y la anticipación cumplida (¿Ves? Yo tenía razón). O sea que en realidad se supone que los spoilers no están tan mal.
«Nadie ve una comedia romántica preguntándose realmente si la pareja será feliz al final. Con una historia de detectives, puedes asumir con seguridad que el detective resolverá el caso eventualmente. El punto es que, en realidad, no vemos estas cosas por el final. Les señalo a los escépticos que las personas ven estas películas más de una vez con gusto, y a menudo con un placer que aumenta.”
Nicholas Christenfeld
En el fondo, no se trata de lo original o inesperado que pueda ser un guion, sino del placer que nos hacen sentir este tipo de narrativas. A menudo las comedias románticas son las que se llevan la peor crítica, pero sucede lo mismo con las películas de superhéroes, detectives, etc. Y no pasa nada. Los Festivos Caballeros es una carta de amor a los clichés, a esas historias que hemos visto mil veces pero que siempre estamos dispuestos a volver a ver (aunque con un toque picante y erótico un poco extraño, para qué te voy a engañar, lol).
Así que, si te cruzas con este título en Netflix, o con cualquier otra película ñoña de Navidad, dale una oportunidad. ¿Por qué no? Que tu esnobismo no te quite la capacidad de disfrutar de un buen tópico. «Cambia esa cara de seria, esa cara de intelectual, de enciclopedia», como dijo Calle 13. Atrévete-te a dejarte llevar por este «reggaetón que se te mete por los intestinos«, por ese calorcito en el corazón tan absurdo que solamente una buena dosis de clichés manidos e insoportables puede darte.
¡Salud y felices fiestas!