O Son do Camiño 2022: crónica de un fin de semana ordinario
20 de junio de 2022
o son do camiño 2022

Todo empieza cuando consigo cerrar la última mochila que me he propuesto llevar al festival y me dirijo a la estación. El tren a Santiago sale a las 15:02 y el andén ya está lleno de otros imbéciles como yo a los que también les ha parecido buena idea llenarse la cara de purpurina. 

Me paso la primera media hora de trayecto escuchando a Anne Marie en bucle con la intención de conocer más de tres canciones llegado el momento. 

A medio camino, el tren se queda parado en mitad de un túnel y como padezco claustrofobia empiezo a negociar muy seriamente con la idea de quedarme atrapada por siempre y morir alrededor de desconocidos con cuestionable gusto para la moda.

Pero nada. Al final arrancamos.

Santiago jóven

Al llegar me encuentro la ciudad de Santiago completamente anegada de cabecitas brillantes y jóvenes con bolsas de plástico cuyo contenido prefiero no advertir. Me acerco jadeando al supermercado más cercano con la firme – pero no muy digna – intención de comprar vino tinto de cartón pero lo más parecido que encuentro es un rosado. Sí, como lo oyes.

Me llevo dos. 

Mi viaje del héroe continúa cuando me acerco a unas muchachas de alrededor de 24 años y les pregunto si saben dónde se coge la lanzadera para subir al recinto. Esa edad tenía yo cuando compré la entrada. Amablemente me señalan una cola que sale de la estación de buses hasta la calle y serpentea alrededor de cuatro manzanas. Del susto casi me abro el cartón de vino allí mismo.

Más de media hora de hacer fila después, y con una contractura gestándose en la zona alta de mi espalda, consigo subirme a uno de los autobuses y arrancamos hacia Monte do Gozo. 

Espero que el gozo empiece pronto, porque de momento sólo veo el monte.

Aquapark

¿La parte buena de todo esto? 

El festival ya ha empezado el día anterior así que no tengo que hacer cola para entrar al camping y evito esa parte en la que tienes que fingir que sabes lo que haces hasta que tu tienda de campaña del Decathlon deja de tambalearse. O hasta que unos chicos muy simpáticos que vienen de Albacete y que se han colocado a tu lado se acercan a ayudarte. 

Cuando llego, el set ya está montado y todo el mundo sabe dónde están las cosas: los baños, lo de los tokens, las duchas, la comida… un lujo que me merezco después de la interminable caminata arrastrando mis bolsas al sol por la carretera desde Fernando Casas Novoa.

Del momento en que me pusieron las pulseras ni me acuerdo. Creo que no recuperé la consciencia del todo hasta que me cambié de ropa y me senté a la sombra con un vaso de cerveza – a pesar de que cualquier persona con dos dedos de frente habría optado por beber agua.

Yo no soy cualquier persona.

Esto es sólo una aproximación

Después de una conversación con música de Justin Quiles de fondo en la que todo el camping me alertó sobre lo verdaderamente lamentable que había sido el concierto de Lola Índigo del jueves, entro al recinto por primera vez. 

Cambio 21 euros por 7 míseros tokens que eventualmente no me servirán para nada más que dos cervezas y nos aventuramos a encontrar a los demás entre una multitud de fans de C Tangana y chavales que por algún motivo llevan chanclas con calcetines blancos. Ahora dicen que eso es tener estilo, aunque de toda la vida se le ha llamado ser un hortera.

Nos encontramos con otros tres amigos y llegamos justo a tiempo para ver a Liam Gallagher. Sólo conocemos “Everything’s Electric”, pero en el fondo la esperanza de que se marque alguna de Oasis es lo que todavía mantiene encendidas nuestras pupilas. 

Tocan Wonderwall. Menos mal.

Cómo dormir después de esto

El sol baja y decido que es buen momento para un par de bebidas, pero como me niego a pagar ochocientos euros por cada una, me vuelvo al camping y rebusco en esa típica neverita azul que alguien ha cedido a la comuna desinteresadamente. Allí me encuentro con otros amigos a los que aún ni siquiera había saludado porque encontrarse allí es entre improbable e imposible.

dónde estáis?

Al lado de un árbol cerca de un cartel de estrella galicia, a la izquierda

Nosotros donde la carpa. Qué árbol?

Qué carpa xd

Espera, te llamo

Mejor no, no tengo mucha batería.

Vais a Anne Marie?

Holaaaa?

Noto que el ritmo de mi pulsación baja después de unos cuantos vasos y estoy en el mood perfecto para ir a ver a un par de artistas más.

Doy las gracias a la Sara del pasado por lo de estudiarse las canciones de Anne Marie en el tren porque cuando vas a un concierto y no te sabes ninguna canción es como quedarse solo entre la gente. Como si a pesar del ruido ensordecedor te hubieras quedado en silencio: se abre la puerta a un espacio mental tormentoso, y empiezas a pensar en la muerte. ¿No te pasa? 

Del concierto de Anuel decidimos marcharnos después de que gritara «arriba España» de forma casual. Real hasta la ¿qué?

Algunos dicen que el concierto de Anuel fue peor que el de Lola Índigo, y otros todavía no han logrado decidir.

Se supone que debo dormir después de esto, y el primer día de festival se me escurre ya entre los dedos porque estoy cansada y no me apetece mover más la cabeza. Además, un desconocido me ha tirado su cubata por encima del pelo y los hombros, y ahora creo que soy rubia.

¿Ya he saludado a todos? Brrr.

O Son do Camiño spiderwoman edition

La noche es dura porque evidentemente nadie espera dormir como un bebé en un festival. La música se escucha desde la zona de descanso, la tierra vibra, hace frío, alguien ronca en la tienda de al lado, y el colchón hinchable sólo es menos incómodo que el suelo. 

Por suerte logro conciliar el sueño alrededor de las 5:30 am, después de convencerme a mí misma de que las decenas de arañas que se pasean ahora a treinta centímetros de nuestras cabezas son inofensivas.

Me despierto a las 7:30am con un dolor de espalda difícil de describir y muchas ganas de tomarme un cruasán. O un ibuprofeno. Por suerte conseguimos darnos una ducha caliente e ir a desayunar a la cafetería más cercana esperando que el café nos libre de todos los males por los siglos de los siglos y amén.

Después, horas de aburrimiento hasta que los demás deciden levantarse y discusiones sobre cuál es la hora del día más aceptable (o menos vergonzosa) para el primer cubata. Lo más consolador es que, cuando por fin se despiertan, sufren aparentemente el mismo dolor de espalda que yo. Excepto uno de ellos que dice que ha dormido genial.

A la hoguera con él.

Hamburguesas y apocalipsis zombie

Todo el mundo emprende entonces su cruzada por la comida, buscando entre los food trucks aquí y allá y quejándose de los precios. Nos separamos en grupos y nos perdemos varias veces. Nadie quiere ir persiguiendo a los demás allá a donde van, pero a todo el mundo le molesta que los demás no les sigan cuando son ellos los que echan a andar. ¿A dónde vais? ¿Por qué no venís? ¿Qué hacéis ahí? Un lío y un par de caras rodando los ojos. Todavía es demasiado pronto como para comportarse como un equipo, aunque siendo honestos tampoco lo haremos más tarde.

En ese momento me alegro de haber llevado mis propios bocadillos de queso y mis plátanos aplastados. Todo un acierto, a diferencia de mi outfit, que claramente sólo es adecuado para una estación del año diferente a la que estamos. A veces olvido que estamos en Galicia y que fácilmente podemos pasar de morirnos de calor bajo un sol abrasador a tiritar entre la niebla húmeda.

Después de que todos terminen de comer sentados alrededor de una ¿mesa? de madera más baja que una mesa de comedor pero más alta que una de café, volvemos al camping con la probablemente pueril intención de pillarnos el puntillo antes de los primeros conciertos.

Llegan los primeros juegos de beber. ¿Quién es más probable que muera primero en un apocalipsis zombie? ¡Te señalamos a ti! Bebes.

Como mis amigos no me señalan en ninguna de las que creo que me van a señalar pero quiero ocultar mi ego herido, sonrío cortésmente e intento no pensarlo demasiado mientras me termino mi cubata de vino rosado que por algún motivo he decidido mezclar con zumo de piña. Ni siquiera me señalaron en «la más intensa» o «la que se considera a sí misma más intelectual». ¿Qué otros elementos identitarios me quedan además de llorar por todo y creerme más lista de lo que soy?

Es broma (también soy la más graciosa)

El mejor día de la vida de Nicki Nicole (y de la mía)

Me encuentro charlando con un par de amigos y un viejo conocido de la carrera cuando Nicki Nicole empieza a cantar «Plegarias». Empiezo a prestar más atención y me descubro sintiendo algo parecido a los síntomas de un mareo. Dicen que el síndrome de Stendhal no aplica para la música, pero a mí me está pasando algo igual de fuerte que con las fotografías o los cuadros.

Empiezo a pensar en esa jovencísima muchacha argentina cuyo recorrido empezó hace apenas tres años, cuando subió un vídeo a YouTube lanzando al mundo un mensaje de corazón en forma de música urbana, y que en pocos meses pegó un salto que la llevó hasta el panorama internacional, hasta los premios Grammy, y hasta aquí. Hasta este momento, justo ahora, en que alrededor de cuarenta mil personas coreamos sus letras de vuelta.

Con este «emotivo mareo» encima, me dispongo a cantar Wapo Traketero y me dejo los pulmones cerrando así, para mí, el concierto más bonito, emotivo, vulnerable y honesto del festival. Sobre todo eso último.

Nacer en 2002 es delito

Intento recuperarme del shock post-stendhal-del-palo con otro par de bebidas. Esta vez a la orden de una conversación con nuestros vecinos de camping que al parecer nacieron en el año 2002 aunque todo el mundo sabe que eso no es científicamente posible.

Nos cuentan que están preocupados por si encontrarán trabajo como ingenieros al terminar la carrera y nosotros hacemos esfuerzos sobrehumanos por no destrozar sus sueños en pedazos con nuestra desesperanzada ira de millennials frustrados. Les hacemos quedar como más pequeños de lo que son en realidad para no sentirnos tan mayores porque en el fondo todavía no hemos superado la adolescencia y por eso seguimos aquí. Presumimos de cosas como el My Space y los Tamagochis y en el fondo damos un poco de vergüenza.

La conversación empieza a tornarse más simple que un lapicero, pero de algún modo tengo que ocupar las horas hasta el siguiente concierto interesante: o sea, el de Nathy Peluso. Y además, necesito descansar entre conciertos porque tengo muchos más años que nuestros vecinos de camping y porque estoy emocionalmente espachurrada y extendida después de lo de Nicki.

«La madre de José me está volviendo loco» suena de fondo y se terminan las reservas de vino rosado. Vamos a por la ginebra.

Argentina se vuelve a pasar el juego y en Galicia vuelve a llover

Creo que decir que Nathy Peluso se come el escenario es quedarse corto. Además es una expresión típica de columnistas a los que no se les ocurren más que lugares comunes.

Nathy Peluso se monta un show pasada la media noche del último día de festival bajo la lluvia y consigue levantar los ánimos y hacer vibrar a una multitud de chavales cansados que arrastran más de media hora de retraso en los horarios.

El concierto se me hizo corto pero estuvo afortunadamente lleno de todo lo que esperaba de ella: impertinencia, descaro, un poco de humor, versatilidad, y mucho espacio para emociones variadas relacionadas con la ira y el ego. Por no hablar de un directo súper trabajado con unos visuales y una producción de diez, para hacer disfrutar de la primera fila a a última.

Así, Nathy se une al equipo Argentina con Nicki y Duki, que claramente se han pasado el juego si hablamos de conectar emocionalmente con el público.

En ese momento, siento que el broche me ha quedado demasiado brillante y la guinda demasiado dulce como para estropearlo. Pienso en ir al concierto de DJ Tiesto pero la claustrofobia ha vuelto a hacer estragos en mi cabeza a causa de las multitudes. Necesito descansar mi cerebro si no quiero generar un nuevo trauma del que redimirme en 2045. Lo he aprendido con el tiempo.

Pasados por agua

Pero lo peor de la tormenta no llega hasta la mañana siguiente, cuando nos despertamos por el ruido de la fuerte lluvia sobre nuestras tiendas. Uno de nuestros amigos se despierta con los pies literalmente encharcados en una piscina que se ha formado junto a la parte baja de su colchón. Afuera se han empapado las sillas, se han llenado de agua los vasos que habían quedado al descubierto, y han salido volando un par de bolsas.

La lluvia decide darnos una tregua así que salimos a recoger con la esperanza de que no vuelva a caer hasta que nos vayamos. Me doy cuenta de que tengo las peores agujetas que he tenido jamás. Debería ir a gimnasio.

Con todo recogido, nos dividimos en coches y conducimos hasta una cafetería en Santiago para tomarnos un café. Supongo que más bien era una excusa para despedirnos y poner en común un par de impresiones antes de volver a casa. Diría que ahí sí que nos comportamos como un equipo, aunque faltaba gente, y además nunca he estado del todo segura sobre cómo funcionan los equipos. La mayoría de las veces hablo sin saber.

Por fin he llegado a casa. Lo de poner lavadoras no te lo cuento, que eso es todavía peor.

¡Felices sueños!

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"Las historias no son verdades, pero son realidades. Las historias son útiles. La gente que no tiene historias no vive bien en el mundo. Y las historias son como el agua: cambian su forma, pero siempre encuentran la manera de fluir hacia adelante. Cuando las compartimos, también aprendemos a ser humanos unos con otros."

- Ursula K. Le Guin

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@sarabuin_

Soy fan de Taylor Swift, escribo un blog, y tengo un podcast (todas las pistas apuntan a lo mismo: soy millennial)

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