Una historia de los pijos de España. Mi reseña de “Quiero y no Puedo” de Raquel Peláez.
20 de enero de 2025
Reseña de Quiero y no Puedo de Raquel Peláez

Mi madre me enseñó cuando era pequeña que no está bien hablar mal de una misma ni llamarse estúpida gratuitamente. “Tú eres muy lista”, me decía. Pero, mamá, cada vez se me hace más difícil seguir esa regla; no sé, quizá debería dejar de leer libros escritos por gente más lista que yo. Como por ejemplo Raquel Peláez (la tía más lista del mundo, en concreto!!).

He leído un ensayo suyo que aborda un tema que me tiene obsesionada desde hace ya varias semanas: los pijos. (Que a mí un buen pijo siempre me interesa, tía). Analiza fenómenos y tendencias relacionados con la clase alta y sus eternos wannabes —los pijos del “quiero y no puedo”—, trazando un recorrido a través de la historia y la cultura españolas desde 1853 hasta 2023: nobles, señoritos, polloperas, chicas Topolino, yeyés… una biblioteca completa de personajes extravagantes y familiares.

Peláez estudia cómo el concepto de «pijo» ha evolucionado a lo largo del tiempo, desde los señoritos andaluces y los yeyés de los sesenta hasta los modernos «cayetanos» y «maris», que básicamente son los nuevos pijos, pero en zapatillas. Habla de cómo, en cada época, el pijo se reinventa y cambia de disfraz, pero conserva su esencia. Es como un camaleón que, a pesar de su aspecto, tiene siempre las mismas inquietudes: pertenecer a una élite (o fingir que pertenece), diferenciarse del “vulgo» y mantener sus encandiladoras apariencias.

Pero que no se entienda mal: el libro no es en ningún caso un catálogo simplista de caricaturas. De hecho, lo mejor del ensayo es que no se basa en despellejar a los pijos —que sería fácil y predecible— ni en hacer burla de ellos, sino en abordarlos como un interesantísimo fenómeno cultural y como un espejo donde todos nos hemos visto reflejados alguna vez. 

A través de las décadas, “Quiero y no puedo” repasa el vestuario y los comportamientos de cada generación de pijos al tiempo que los contextualiza con los cambios culturales, políticos y económicos del país. Así te encuentras reflexionando sobre cómo los años de bonanza económica de los ochenta favorecieron el boom de los polloperas, o cómo la globalización y la llegada de Zara (la ironía de que una marca de «moda rápida» se convirtiera en uniforme pijo no tiene desperdicio) nos invadió de «lujos accesibles». Todo esto con humor, y en un formato entretenido, pero sin caer en la infantilización, y siempre sin juicio ni resentimiento (insisto en que esto es lo que más me gustó de la lectura). 

Leer a Raquel es como estar tomando unas copas de vino con las amigas, con la guardia baja y un buen tema de conversación. (Digo esto, pero en realidad apenas tengo amigas que sean mujeres, y lo de tomarme unas copas de vino rodeada de chicas interesantes es una tarea que aún tengo pendiente. ¿Seré una pick me? ¿Seré esa chica de jersey de cuello alto de la que habla Lijtmaer en Deforme Semanal? ¿Tendré que juntarme con las novias de mis amigos como quien se junta con las compañeras de pupitre?)

Leyendo sobre los yeyés de los sesenta, los Topolino de los setenta o los hipsters de los dosmiles, inevitablemente acabas recordando a alguien —o incluso reconociéndote a ti misma. A mí en concreto me caló con lo del hipster (uno de los orígenes que cita para el pijo «modernizado”), aunque por suerte o por desgracia abandoné el barco a tiempo. Did I, tho?

También aborda el juicio que recae sobre los pijos de izquierdas “pijoprogres” y el castigo social que se impone sobre los ideales progresistas cuando se despliegan entre alardes de buen vivir – normalmente por ser vistos como incoherentes o hipócritas. Raquel desmonta esta lógica con argumentos que nunca había oído (¡que viva Marc Giró!), y que no voy a pretender replicar porque soy torpe e inculta. Lo siento, mamá. 

Que sepas que durante todo el libro hay nombres y apellidos, pero sobretodo apellidos: Eugenia de Montijo, Cristóbal Martínez-Bordiú, Julio Iglesias, Isabel Preysler, Cayetano Martínez de Irujo….

Otra cosa que me encantó fue el sorprendente papel de la música en la historia de los pijos y cómo Peláez lo utiliza para explicar algunas de sus referencias. Desde los Hombres G y su famoso «se fue con un niño pijo, con un Ford Fiesta y un jersey amarillo», hasta Carolina Durante con su cáustico “todos mis amigos se llaman Cayetano, no votan al PP, votan a Ciudadanos”, queda claro que las canciones no sólo capturan nuestro imaginario, sino que también lo moldean. Palabras como «cayetano» o incluso «pijo» no se popularizaron de la nada: su impacto cultural ha podido tener que ver con estas canciones. 

Por mencionar otra canción, yo también traería a Putochinomaricón, que cantaba no ya sobre los currelas que se disfrazan de pijos (los «quiero y no puedo»), sino sobre los pijos que se disfrazan de gente normal para resultar relatables (que esto es toda una coreografía de la que también se habla en el ensayo, por otra parte). «Eres un rebelde de familia bien, haces indie-pop underground y burgués, a la mano del amo no quieres morder, porque el amo es tu padre, y te da de comer. Te disfrazas y ocultas tu tufo burgués, se te ve la etiqueta de El Corte Inglés».

En fin, chica. También hay que saber reírse de uno mismo, como con lo del españolito de Spagnolo.

Raquel Peláez no sólo consigue hacer una radiografía entretenidísima de los pijos en España, sino que también invita a reflexionar más profundamente sobre experiencias esencialmente humanas: cómo nos definimos y nos legitimamos en sociedad a través de nuestras aspiraciones, inseguridades y el eterno deseo de pertenecer a algo. Hasta ese vídeo viral de Brays Efe que decía «yo en mi vida he tocado un barco, ¿por qué estáis todas en un barco?» parece mucho más que un simple chiste a la vista de lo que acabo de leer. «El pijo» no es ya un cliché, sino un síntoma, una imagen icónica, y desde luego, una pequeña parte de cada uno de nosotros.

¿Recomendaría “Quiero y no Puedo”?

Pues mira, si no ha quedado claro ya con todo lo que he dicho, evidentemente que te lo recomendaría. Sobretodo si eres una chica interesante con la que tomar un vino, y no te da vergüenza ir en el autobús o en el metro (soy de Vigo, pero digo lo del metro porque acabo de volver de Madrid y me siento cosmopolita) con una tapa dura que pone «quiero y no puedo» en letras bien grandes. Cosa que ya es bastante humillante, aunque el diseño sea pintón.

Si te lo lees, ya me cuentas.

Chao!

Otras entradas

"Las historias no son verdades, pero son realidades. Las historias son útiles. La gente que no tiene historias no vive bien en el mundo. Y las historias son como el agua: cambian su forma, pero siempre encuentran la manera de fluir hacia adelante. Cuando las compartimos, también aprendemos a ser humanos unos con otros."

- Ursula K. Le Guin

Suscríbete a mi newsletter para recibir novedades en tu bandeja de entrada

@sarabuin_

Soy fan de Taylor Swift, escribo un blog, y tengo un podcast (todas las pistas apuntan a lo mismo: soy millennial)

2024 © Sara Abuín Varela | Aviso Legal | Política de Privacidad