Sobre el vídeo polémico de HermosBooks. ¿Problemas de lectoras?
13 de diciembre de 2024
Vídeo de Hermobooks

Un polémico vídeo de @hermosbooks se ha viralizado en redes sociales y ha provocado una tormenta de reacciones de todo tipo. El TikTok en cuestión, que ya ha sido eliminado, se trataba de un alegato personal en el que la booktoker hablaba sobre sus “gustos culposos” para los hombres, sumándose a la tendencia “escuchamos pero no juzgamos”. El debate estuvo servido, especialmente en Twitter, ya que las cualidades que la creadora de contenido presentaba como atractivas en los hombres incluían conductas de abuso, control, celos, y violencia tanto física como psicológica. 

Lo que me ha llevado a querer escribir esta entrada es, en concreto, la frase que pronunciaba a mitad del vídeo: “las lectoras me entenderán”. 

@hermosbooks establecía una conexión entre estas preferencias y las narrativas que abundan en la literatura romántica. Y me parece que no se equivocaba para nada: el hombre dominante, celoso y posesivo ha sido presentado como el arquetipo de deseo en muchísimas piezas de ficción. Ese “chico malo” cuya intensidad y violencia son leídas como pruebas últimas de amor, desde Hugo en “A Tres Metros Sobre el Cielo”, hasta Edward en “Crepúsculo” (por nombrar dos ejemplos del mainstream). 

Esta romantización fantasiosa de lo que en realidad serían comportamientos abusivos o tóxicos, y su relación con la literatura, me ha parecido una buena excusa para detenerme sobre una cuestión que no es en absoluto nueva, pero sí parece urgente: la relación entre ficción y realidad. 

Ni romantización de la violencia ni puritanismo emocional

No me resulta nada extraño que las mujeres alberguen fantasías que desafíen las normas de igualdad y respeto que, a la misma vez, tanto se esfuerzan en promover en el ámbito público y político. El deseo, en tanto que es un territorio profundamente subjetivo, íntimo, y a menudo inexplicable, no responde a las categorías de lo correcto o lo incorrecto, sino a pulsiones mucho más viscerales que pueden llegar a operar en el plano del inconsciente y que a menudo se pueden configurar a partir de los relatos que consumimos.

Ya hablé de este tema en mi anterior entrada: Me gusta un Caballero que sea Interesante.

En el caso de la literatura romántica, especialmente aquella dirigida a mujeres jóvenes, el atractivo del “hombre dominante” es un tópico típico. Las protagonistas de estas historias suelen encontrar en la intensidad de estos hombres –en sus celos, su agresividad, su vigilancia– no una amenaza, sino una validación de su valor como objeto de deseo. Su lógica es seductora precisamente porque traslada al terreno “romántico” una promesa de exclusividad: esas mujeres protagonistas son el centro del deseo, de la obsesión, y del delirio de un hombre

Desde la lógica del rol de género femenino, que normalmente se lee como sumiso y complaciente, hay una especie de regusto de poder – quizá no tan intuitivo – en ser el objeto de deseo: “si un hombre está tan obsesionado conmigo como para llegar al límite de querer controlarme y poseerme, es porque, en realidad, soy yo la que tengo el poder sobre él”. 

Puede que haya algo de verdad en esto, pero eso no significa que debamos dejar de tener muchísimo cuidado con ello. Lo que estas narrativas omiten, o trivializan, es que los celos, el control y la violencia no se detienen en los límites que establece esta fantasía. El hombre que en la ficción persigue y confronta a la protagonista puede parecer deseable en ese contexto idealizado (es la propia mujer la que ha creado este escenario en su imaginación – raramente los hombres escriben este tipo de historias), pero en la realidad, estos mismos comportamientos constituyen el inicio –o la perpetuación– de relaciones abusivas y en general problemáticas. 

Un hombre celoso no será celoso solamente cuando eso te resulte atractivo. Un hombre dominante no solamente será dominante cuando a ti te parezca bien que sea dominante. Este hombre no se detendrá ante tu voluntad de que lo haga. Es muy posible que, fuera de la fantasía y de la imaginación, estos comportamientos no te resulten ya tan deseables, ni tan atractivos, ni siquiera aceptables, de hecho condenables.

Me parece que el problema, por tanto, no reside en las fantasías en sí mismas. Fantasear con dinámicas de poder o imaginarse en escenarios donde el control de un hombre opera como una forma de deseo no solo es común entre las mujeres, sino que forma parte de la experiencia cultural contemporánea – independientemente del debate que genere. Negar esto sería caer en una especie de puritanismo emocional que no hace justicia a la complejidad del deseo humano.

El verdadero problema es que estas fantasías se toman como modelos legítimos para relaciones reales, cuando deberían permanecer relegadas al ámbito de la imaginación –o, como mucho, a entornos consensuados, consentidos y seguros. Es crucial que las fantasías no lleguen a permear sobre nuestras expectativas de lo que el amor y las relaciones deben ser. En este sentido, el vídeo de @hermosbooks no es un caso aislado, sino un síntoma de algo más profundo: una cultura que no enseña a diferenciar entre el placer de fantasear con un tipo de dinámica y los riesgos de querer trasladarla sin nuances, ni descargos de responsabilidad, al plano de la realidad.

El placer adulto es “adulto” porque es maduro y responsable.

Es aquí donde entra en juego la necesidad de una madurez emocional, tanto en hombres como en mujeres, que nos permita disfrutar de las fantasías sin que éstas dominen o deformen nuestra percepción. Madurar, en este contexto, no significaría renunciar a las fantasías ni condenarlas como inherentemente malas, sino comprender de dónde vienen, cómo operan,  explorarlas con matices, y aprender a gestionarlas de manera responsable y adulta. 

Para algunas personas, esto puede significar explorar sus deseos en espacios consensuados y seguros, como ocurre en ciertas prácticas íntimas donde las dinámicas de poder se negocian explícitamente y los límites se respetan de manera estricta. Para otras, puede ser simplemente una cuestión de reconocer que las fantasías son un refugio de la imaginación, pero no un manual para la vida. Parte de la gracia y del encanto de las fantasías es que son muy improbables, irrealizables, falsamente idílicas, frecuentemente imposibles. 

En cualquier caso, lo importante es no perder de vista que el amor no se vertebra mediante el control ni la violencia. La pasión y el placer no están reñidos con el respeto; el profundo deseo no está reñido con la libertad. Al contrario, las relaciones más plenas y satisfactorias suelen ser aquellas que logran integrar estos elementos de forma equilibrada. Si asociamos la toxicidad con la pasión, y las relaciones sanas con el aburrimiento, nunca querremos vivir un amor sano. Siempre andaremos persiguiendo la violencia y el desaliento, por creer que allí encontraremos la electricidad y el divertimento de la juventud. No es cierto. Las fantasías sólo se pueden disfrutar si nos responsabilizamos de ellas, si nos comportamos como adultos y les damos su lugar en la realidad – más allá de las ensoñaciones.

El fenómeno que ha generado el vídeo de @hermosbooks no debería llevarnos a censurar este tipo de fantasías ni las narrativas que las alimentan (muchas autoras y lectoras las ven como espacios seguros y controlados – sin consecuencias reales – para explorar y disfrutar de las contradicciones de sus deseos femeninos), sino a reflexionar sobre la importancia de establecer, especialmente entre las mujeres más jóvenes, una dinámica clara y distante entre ficción y realidad. 

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Dejo por aquí un vídeo de Ter relacionado con este tema, porque me parece que explica muy bien la diferencia entre el plano de la fantasía y el plano de la realidad  – y cómo sería absurdo intentar entremezclarlos:

https://www.youtube.com/watch?v=G9rIdj1lyJ4

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"Las historias no son verdades, pero son realidades. Las historias son útiles. La gente que no tiene historias no vive bien en el mundo. Y las historias son como el agua: cambian su forma, pero siempre encuentran la manera de fluir hacia adelante. Cuando las compartimos, también aprendemos a ser humanos unos con otros."

- Ursula K. Le Guin

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@sarabuin_

Soy fan de Taylor Swift, escribo un blog, y tengo un podcast (todas las pistas apuntan a lo mismo: soy millennial)

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